Cuando me mudé al distrito de Miraflores comencé a descubrir a curiosos personajes. Uno de ellos era un caballero que residía en una antigua residencia construida a principios del siglo XX ubicada en la esquina de una de las cuadras de la calle Berlin. La historia se relaciona con la actitud de su residente, a quien llamaré Juan, con los árboles alrededor de su hogar.
Hasta finales de la década de 1980 desde la séptima cuadra de la calle Berlín (a la altura de la Alameda Cristina Galvez) no existía algún árbol sobre la vereda ni en la berma, hasta que un residente de la cuadra 10 decidió sembrar uno a unos centímetros de mi casa. El árbol, de la especie Sauce, crecía de manera natural hasta finales del siglo XX, en que llegó a medir más de cinco metros de altura.
De otro lado, el vecino Juan, motivo de este relato, sus características físicas eran similares a las de cualquier otro ciudadano, de alrededor de 1.75 mts de altura, 70 kgrs de peso, contextura normal, de aproximadamente 70 años de edad, las que se fueron modificando con el transcurrir de los años.
Mi relación con el caballero era nula, pero por interés de saber algo sobre los residentes de mi nuevo hogar, empecé a conversar con los otros vecinos, para darme a conocer y conocerlos, hasta que descubrí que los antiguos vecinos lo conocían, y acostumbraban conversar con él en la puerta de su casa, pero normalmente se le veía solo.
Unos años después, alguien me comentó que dicho sujeto era viudo, con varios hijos que residían en el extranjero, lo que eventualmente lo venían a visitar, aunque yo nunca los vi.
Desde principios del siglo XXI, acostumbro salir a caminar o a pasear en bicicleta a partir de las 5:30 de la mañana durante el verano y a partir de las 6 de la mañana en el invierno, fue en una de esas salidas en que noté al vecino Juan caminando por la pista con un par de baldes, uno en cada mano.
En los momentos justo después del amanecer, el cielo aun no está claro, tiene un tono azul cobalto, por lo cual las sombras pueden confundirse, sin embargo, el andar de Juan era visible, porque al parecer eran pesados ese par de baldes. Dichos baldes parecían haber sido aquellos empleados en las pinturas latex, sin embargo a simple vista se notaba que eran bastante antiguos.
Varias veces noté que el vecino salía de su casa muy temprano para dirigirse a distintos destinos, siempre caminando por la pista con los dos baldes, pero se detenía en lugares determinados, como el parque Renan Elías, otras veces caminaba para la alameda Pardo, hasta que un día alrededor de las 9 de la noche lo vi caminar pero por las bermas de la calle Aviación.
Otro detalle interesante en su actuar era que minutos antes de salir de su casa, durante la madrugada, solía apagarse un foco instalado en el techo de la zona de ingreso, y que alrededor de las 6 de la tarde la luz del foco se volvía a encenderse. Era indiferente si dentro del hogar del vecino existía algún foco encendido, siempre se veía todo apagado, aunque a veces olía a humo como si fuera el encendido de una vela.
Por otro lado, en ese mismo tiempo, era visible que el árbol sembrado a unos centímetros de mi casa estaba empezando a deteriorarse, y a pesar de los esfuerzos de sus propietarios, se llenó de bichos.
Una madrugada mientras salía de mi casa en bicicleta, observé caminar a Juan con los dos baldes sobre la pista de la calle Berlin con destino a una de las trasversales, pero al parecer apenas notó que yo estaba saliendo de mi casa, dejó de caminar por la pista y regresó a la vereda, pero la del frente.
Al notar ese repentino cambio de ruta, disimuladamente decidí seguirlo con mi bicicleta y observé que se dirigió hacia otra calle, lejos de mi ruta, culminando su recorrido en la calle Aviación.
Otro día sucedió algo similar, pero esta vez simplemente se dio media vuelta y regresó a su casa, por esa razón en otra oportunidad resolví esperar en el umbral de mi ventana, para observar el por qué de ese extraño comportamiento.
Decidí no salir hasta verlo aparecer por la puerta de su casa, cuando tenía destinos distintos (no la calle Berlín) optaba continuar mi rutina, hasta que un día vi a Juan caminar en la calle Berlín, en medio de la pista, llegó hasta el borde del árbol ubicado a centímetros de mi casa, donde vació el contenido de sus dos baldes, que era orines y excremento.
Ese actuar parecía ser recurrente, ya que durante los siguientes días decidí volver a esperar en mi ventana para ver si se repetía el acto, al observar que nuevamente vació sus baldes sobre la raíz del árbol, decidí comentarlo con una vecina, pero me sorprendió que ella también se había dado cuenta de ese proceder.
Ella me dijo que desde hacía un tiempo el comportamiento de Juan era distinto, al conocerlo más de treinta años, notaba que además de su actitud, había perdido peso, ahora caminaba medio encorvado, y que también lo había visto caminar con baldes, pero durante las noches.
Ella me dijo que desde hacía un tiempo el comportamiento de Juan era distinto, al conocerlo más de treinta años, notaba que además de su actitud, había perdido peso, ahora caminaba medio encorvado, y que también lo había visto caminar con baldes, pero durante las noches.
Quien también se había dado cuenta era el dueño del árbol de la calle Berlin, quien estaba decidido averiguar por qué se estaba deteriorando.
Cuando le comenté sobre los baldes de Juan, me dijo que lo sospechaba, inicialmente había pensado en algún perro del barrio, hasta que una noche lo vio con dos baldes mal olientes, por ello, debido a su antigua amistad decidió esperarlo de manera disimulada hasta detectarlo justo en el momento del vaciado.
Cuando le comenté sobre los baldes de Juan, me dijo que lo sospechaba, inicialmente había pensado en algún perro del barrio, hasta que una noche lo vio con dos baldes mal olientes, por ello, debido a su antigua amistad decidió esperarlo de manera disimulada hasta detectarlo justo en el momento del vaciado.
Cuando lo encaró, Juan no le dio importancia, pero ante su insistencia (porque la conversación, en medio del silencio de la madrugada, se escuchaban en toda la calle), el dueño de los baldes respondió que por un problema de abastecimiento, la empresa que abastece de los servicios de agua y desagüe le había retirado toda las instalaciones, clausurando todos los conductos.
Pero al parecer el problema no era sólo ese, otro vecino me comentó que el área de fiscalización de la Municipalidad de Miraflores le había aplicado una multa por haberlo detectado vaciando sus desperdicios en los parques públicos, multa que había pagado.
Aunque era importante acotar que Juan estaba al día en el pago de sus predios y arbitrios ediles, y al parecer también en los suministros de energía eléctrica y de teléfono, al parecer su problema sólo era con el servicio de agua.
Otros vecinos le proporcionaban agua potable para su consumo, en botellas de plástico, pero no para la zona de los jardines de su hogar, la cual lucía sin planta alguna, aunque siempre limpia.
La actitud de pasear con los baldes continuó hasta el otoño del 2008 cuando otro problema se inició en la calle Berlin.
La actitud de pasear con los baldes continuó hasta el otoño del 2008 cuando otro problema se inició en la calle Berlin.
En el mes de marzo la comuna miraflorina había anunciado que se repavimentaría toda la calle Berlin, cambiando el material de la pista, renovar la veredas y actualizar los servicios de agua y desagüe de todos los predios, algunos de los cuales con casi un siglo de antigüedad.
Diversos factores motivaron que la obra se paralice durante casi tres meses, dejando al intemperie la tubería de desagüe ubicada al centro de la pista, en especial de las cuadras 9 y 10 de la calle Berlin.
Parecía que vivíamos en tiempos de guerra, porque además del desagradable olor, toda clase de roedores e insectos se paseaban por la zona, además era imposible caminar por las veredas y cruzar la calle, el camión de la basura transitaba cada tres días solamente por las esquinas, mientras el personal de la obra habilitaba maderos para que pudiera hacerlo, mientras la tierra y el polvo ingresaba todos los días a nuestros hogares.
La preocupación de tener los desagües abiertos hizo que no pensara en aquellos baldes, al parecer estaba vaciándolos directamente a las tuberías abiertas ubicadas a unos metros de su casa.
A principios del mes de agosto, prácticamente habían concluido con el trabajo de los desagües, aunque la pista aún no estaba asfaltada ya había completado todos el sistema de tubería, pero el olor desagradable se mantenía en el ambiente.
Ya se podía caminar por las veredas, y uno de esos días noté que el foco de la entrada del vecino seguía encendido, serían las 11 de la mañana y era inusual que estuviera prendido a esa hora, ya que se solía apagar al amanecer.
Transcurrieron los días, y el olor nauseabundo de la calle permanecía, a pesar que ya habían asfaltado la pista, y que supuse eran los residuos del olor de la brea.
A mediados del mes de agosto toda la calle Berlin había vuelto a la normalidad, pero el foco de la zona de ingreso de la casa de Juan continuaba encendido, a cualquier hora de la mañana y/o de la tarde, parecía como si hubieran olvidado de apagarlo.
Una mañana vi movimiento en la puerta de aquella casa, era una camioneta de serenazgo con un policía, al parecer alguien había ingresado a esa casa, porque otro vecino descubrió que la puerta de servicio estaba entre abierta.
En conversaciones con otros vecinos, recordábamos que el anciano nunca dejaba la puerta abierta, acostumbraba salir llevando las llaves en una soga amarrada al pantalón.
Cuando vimos al sereno y al vecino que solicitó sus servicios, se les notaba pálidos y nerviosos, tratando de tranquilizarse al comentar que lo que encontraron fue terrorífico, al descubrir a un señor mayor de edad, sentado en una silla de su escritorio, con algo de comida alrededor (totalmente podrida), pero que sin cabeza, porque aparentemente ésta se había separado del cuerpo y movido a varios metros de distancia.
Al llegar el fiscal y luego de las investigaciones, decidieron que al parecer alguien había fallecido en el mes de mayo, que su vestimenta estaba gastada, un pantalón de color oscuro, con una chompa y zapatos de tonos oscuros, observando que sobre la mesa había un gorro tejido de color marrón, similar al que a veces utilizaba Juan durante las madrugadas.
Aparentemente falleció debido a un ataque cardíaco, pero que como durante mucho tiempo nadie lo visitaba, era necesaria una mayor investigación para comprobar si fue una muerte natural, o si en esos momentos estaba con alguien o si alguien le provocó ese ataque, sospechas que aumentaban por haber encontrado la puerta entre abierta.
Transcurrieron los meses, nunca nos enteramos realmente la razón del deceso, semanas después llegaron varias personas afirmando ser los herederos de la propiedad, inclusive hubo algunos golpes e insultos, por lo que fue necesario que llegara la policía.
Transcurrieron los meses, nunca nos enteramos realmente la razón del deceso, semanas después llegaron varias personas afirmando ser los herederos de la propiedad, inclusive hubo algunos golpes e insultos, por lo que fue necesario que llegara la policía.
Tiempo después, conversando con los vecinos sobre cómo había cambiado la zona, algunos de ellos me comentaron que aseguran ver a Juan, caminando por las calles del barrio con sus dos baldes, alrededor de las 5 de la madrugada, pero ahora si cabeza.
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