Este relato evoca la vida de un caballero de casi 30 años de edad, a quien llamaré Gabriel, administrador de profesión, soltero e interesado en los temas políticos, hijo de la hermana de mi amiga Elena, quien al parecer tuvo un giro inesperado en su vida.
Según Elena, en un momento no definido, su sobrino Gabriel empezó a interpretar en el piano todo tipo de melodías, e inclusive sin partituras, estando segura que él nunca había aprendido a leerlas.
Ese descubrimiento ocurrió hace algún tiempo, con ocasión de una fiesta por el 90 cumpleaños de la abuela Elsa.
Doña Elsa residía en una antigua residencia de principios de siglo XX en el distrito de Barranco, manteniendo en la sala y en perfecto estado de conservación a su antiguo piano, pero sin afinar.
En un momento de la reunión la anciana dama evocó sus tiempos de pianista, así como las antiguas melodías que acostumbraba interpretar, pero que por el artritis y su frágil memoria hacía mucho tiempo que no había podido tocar, quizá por ello el piano estaba desafinado.
Fue en ese instante que Gabriel decidió acercarse al piano, retirar el banquillo ubicado debajo del instrumento y sentarse, al principio hizo como que estaba ordenando algo en el interior, por ello a nadie le llamó la atención, porque él siempre era muy acomedido en arreglar las cosas que se malograban en la casa, pero en el caso particular del piano, era imposible que pudiera afinarlo, porque aparentemente no sabía nada de música.
Unos minutos después, Gabriel empezó a tocar unas bellas melodías, algunas clásicas y otras de principios de siglo XX, al escuchar la abuela Elsa se sintió muy agradecida por tan magnífica interpretación.
Luego de los aplausos de su familia, la sorpresa para Gabriel fue aún mayor, porque una vez que se levantó del banquillo, aparentemente olvidó lo que había hecho, no recordaba que había interpretado varias piezas musicales.
Nadie de su familia le creyó aquella repentina pérdida de memoria, a excepción de su madre y su hermana (mi amiga Elena), quienes sabían que él no conocía nada sobre los instrumentos musicales y menos de piano.
Las extrañas interpretaciones continuaron, cuando al poco tiempo, en una reunión en un club social (donde también había un piano) mientras se celebraba el cumpleaños de uno de sus compañeros de trabajo, en el momento menos inesperado, Gabriel se sentó en el banquillo y empezó a interpretar antiguas melodías lo que motivó el silencio de los presentes, tocando hasta media docena de piezas, algunas clásicas.
Al culminar su participación al igual que la vez primera, recién levantado del asiento parecía que ignoraba lo que había hecho, pero en este caso existían imágenes grabadas del momento de la musicalización.
Hace unos años, una tarde que visité a mi amiga Elena, por casualidad encontré a su sobrino Gabriel, quien me comentó que acostumbraba leer mis artículos, es especial aquellos de temas confusos, cuando le dije ¿los paranormales?, prefiero mantener la palabra "confusos".
Mientras Elena preparaba algo para comer, con un tono de voz muy nervioso me dijo que siempre le agradó la música, que de niño había visto el piano en casa de su abuela, pero que una vez que se sentó en el banquillo, levantó la tapa del teclado, y de una manera imprevista la tapa se cerró sobre sus deditos, el golpe le provocó mucho dolor, pero trató de mantenerlo en secreto porque ocurrió sin que nadie estuviera alrededor.
Transcurrió el tiempo y se olvidó de aquel golpe, hasta el día del cumpleaños de su abuela Elsa, en que repentinamente sintió los deseos de sentarse en la tarima y sin pensarlo, solucionó el problema de la afinación, y sus manos y dedos empezaron a deslizarse sobre las teclas con una facilidad imposible de creer, inclusive para él.
Junto a aquel impulso por sentarse junto al piano sintió un imprevisto dolor de cabeza a la altura de la nuca, además comentó que mientras interpretaba las melodías venían a su mente imágenes de personas y salones que nunca conoció, y aunque ello lo llenaba de temor, las hermosas melodías lo motivaban a continuar, pero que era cierto que una vez de pie, los recuerdos sobre la interpretación desaparecían, hasta que vio las grabaciones.
Gracias a los vídeos de sus amigos, y a una copia filmada durante el cumpleaños de su abuela Elsa, comprendió que efectivamente era él quien estaba sentado delante del piano, aunque presentía que era otra persona la que tomaba sus manos durante esos instantes.
De una manera confidencial, me aseguró que desde ese descubrimiento empezó a leer más sobre las partituras para piano, así como acerca de los autores e interpretes de las piezas que "aparentemente se sabía de memoria".
Lo que nunca haría era estudiar clases de piano, ¡para qué! si aparentemente nació sabiendo.
Fotografías Derechos Reservados
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