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miércoles, 1 de julio de 2009

Un niño conversando solo


Es normal que los niños traten de conversar con sus juguetes, simulando voces de cada uno de ellos, inventando o repitiendo historias escuchadas gracias a algún cuento o por una película.

Ese tiempo se convierte en solitarias aventuras infantiles en que a veces aparece el amigo imaginario, quien tiende a desaparecer cuando somos adolescentes, porque son momentos en la vida en que encontramos a un amigo real.


La siguiente historia me la relató mi amiga Sandra, vecina barranquina, quien sabía que su hijo, mientras era niño (a quien llamaré Miguel) solía hablarle a sus juguetes, pero los años transcurrieron y descubrió que siendo adolescente continuaba hablando, pero en algunos momentos sin tener algún artículo al frente de él.

Lo inquietante para Sandra fue que Miguel se mantenía en silencio un tiempo prudencial hasta que volvía a hablar, por ello parecía que estuviera conversando con alguien, además por el tono de la conversación bastante fluida, intercambio de palabras donde al parecer existían preguntas y respuestas.

De una manera disimulada, Sandra trató de identificar de qué hablaba, pero descubrió que los temas era comunes para esa edad, sobre la actitud de sus profesores, sus compañeros de estudio, algún grupo musical o la melodía que estaba de moda, el comportamiento de alguna muchacha, o de cierto lugar al que alguna vez había ido de paseo, de la ciudad donde vivía, por lo que pensó quizá está “escuchando a su conciencia”, porque era seguro que no estaba hablando por teléfono.

Las veces que Sandra, trató de indagar, el joven siempre fue muy evasivo, por eso ella se lo comentó a su esposo, padre del joven, y ambos decidieron esperar cuál sería su actitud una vez que estuviera en la universidad e interactuara también con damas, ya que Miguel estudiaba en un colegio sólo de varones.


Miguel había decidido estudiar Historia y Filosofía, con el deseo de ser investigador, aunque también tendría posibilidades de ejercer como profesor universitario.

La confusión de los padres se mantuvo, porque el comportamiento de su hijo continúo, transcurrieron algunos meses, y Miguel tenía como visitas a un par de compañeros de la universidad, una señorita y un muchacho, por ello Sandra decidió preguntarles a ambos, de manera separada, si sabían algo sobre aquella actitud.


La joven no sabía nada sobre el tema, pero el amigo realizó este relato a la señora.

“Que siendo muy niño, Miguel descubrió a un señor ocupando un espacio en su habitación, y ante su pregunta sobre qué hacía ahí, el extraño le aseguro que él vivía en ese lugar desde hacía mucho tiempo, con su familia e inclusive tenía una mascota, pero que de pronto una mañana descubrió que no había nadie conocido, sólo un pequeño niño.”

“Desde esa fecha, entre ambos empezó a desarrollarse una agradable amistad, quizá a raíz de ese constante encuentro, cuando Miguel tuvo 9 años, empezó a interesarse por los temas después de la muerte, buscando en las bibliotecas y conversando con sus compañeros de colegio, pero siempre sin decir nada a sus padres, ya que aquel caballero le había comentado que era preferible que se mantuvieran en secreto sus conversaciones.”

Ante ello, Sandra decidió invitar a un sacerdote a la casa, para que realizara algunas ceremonias, preferentemente en la habitación del adolescente, sin embargo, el sacerdote salió de la casa, diciéndole a la dama, que parecía que todo estaba conforme, que no habían rastros de algún ser maligno.


El tiempo transcurrió, y Sandra dejó de escuchar la solitaria conversación de Miguel, ella sospechaba que su compañero de estudio había sido considerado infidente, y para evitar mayores problemas: ya no conversaba con ese supuesto amigo o lo hacía cuando estaba solo en la casa.

A pocos días de la graduación del joven, Sandra empezó a arreglar las cosas de la habitación de Miguel, hasta que descubrió unos extraños dibujos y plano, similares al lugar que ocupaba la casa donde actualmente vivían, pero existían datos sobre el paisaje alrededor, como si hubieran zonas de cultivo, rutas de río, amplios senderos hacia distintos rumbos, y detalles difíciles de descifrar.

También existían dibujos de algunas casas, algo similar a una corriente de agua, establos, pero lo que más le llamó la atención eran los dibujos que representaban al océano.


Días después de la graduación, Sandra, con una actitud muy comprensiva, decidió preguntarle a Miguel sobre la razón de esos dibujos y planos, los cuales estaban fechados "aproximadamente 1500", éste, con signos de resignación, le relató a su madre esta historia.

Al parecer existía un caballero que vivía con él en su habitación, por el cual nunca había sentido miedo, porque dicho señor aparentemente había sido el jefe de alguna importante comunidad en la zona, sujeto que tenía mucho conocimiento sobre la historia, geografía, así como los procesos en los cultivos de los vegetales y en la cría de animales.

El desconcierto de Sandra aumentó, pero se contuvo porque deseaba escuchar más.

Miguel continuó diciendo que al parecer la casa de ese señor había estado localizada en el mismo lugar donde ellos vivían, y que por alguna razón se había quedado “atado” al terreno, que "su amigo"  se sintió incomodo cuando vio al sacerdote ingresar a la habitación, porque responsabilizaba en parte al comportamiento de ese grupo de personas que causaron revueltas y líos entre los pobladores de su comunidad, sin embargo, como había aceptado su situación, decidió mantenerse en silencio para que el sacerdote no lo notara.

La confusión de Sandra era cada vez mayor, pero sin hacérselo saber a Miguel, quien continuaba hablando, asegurando que dicho caballero era su amigo, y que en lo posible siempre estaría a su lado.


Esta historia me la relató Sandra en el año 1986, mientras residía en el distrito de Barranco, el predio donde vivían los protagonistas se ubicaba muy cerca a la Quebrada de Armendáriz.

Revisando mis anotaciones, hace unos años decidí ubicar a Sandra, quien a pesar de residir en el extranjero, tuve la suerte de encontrarla por las redes sociales, y fue muy amable en relatarme qué apenas llegara a Lima, nos encontraríamos para comentarme que sucedió después.

Su relato se inició contándome que por razones externas, la familia tuvo que mudarse a otra casa fuera del distrito de Barranco, a lo que Miguel estaba reacio, sin embargo lo debió aceptar, lo que le apenaba era que quizá nunca más sabría de aquel amigo supuestamente imaginario, además ignoraba los nombres de los nuevos habitantes del predio, y si también a ellos se les había "aparecido".

Que a  principios del siglo XXI, un domingo por la mañana en que ella había regresado a Lima de vacaciones, decidió pasear por las calles de Barranco, citándose con Miguel, quien reside en un departamento muy cerca de su antigua casa barranquina (actualmente es un edificio multifamiliar).

La sorpresa fue ver a Miguel conversando muy cordialmente, pero solo, no tenía el celular en la mano ni auriculares en los oídos, entonces era un hecho que continuaba conversando con alguien, quizá su antiguo amigo imaginario.

Al acercarse,  de una manera muy emotiva, Sandra me confesó, que su hijo le "presentó" a su amigo imaginario, con el nombre de Roamatoq, ella no vio a nadie, pero sintió que algo la estaba respondiendo su saludo.


Fotografías Derechos Reservados
 

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