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sábado, 22 de marzo de 2014

Alameda Saénz Peña de Barranco


La Alameda Sáenz Peña, se empezó a habitar hacia principios del siglo XX, según los planos, era ruta de un canal de regadío, y sus áreas siempre lucían plenas de vegetación.

Se encuentra ubicada entre la avenida Grau, y las calles Pérez Roca por el lado norte y Martínez de Pinillos / Carlos Zegarra por el sur, y con la Glorieta del malecón Sousa por el Oeste.


Se inicia con una base en el centro del jardín, donde colocaron una placa recordatoria de cuando realizaron una importante refacción, hacia la década de 1980. La cual se encuentra a pocos metros de la pista de la avenida Grau.

Una de las casas más modernas es la ubicada justo en la esquina, cerca de la calle Cajamarca, porque la otra residencia cercana a la esquina de la calle Miraflores, fue demolida.

Toda la alameda tiene un pequeño declive imperceptible, por ello al llegar a la Glorieta es preciso descender algunas gradas. A un lado de la Glorieta, se encuentra el parque Berkemeyer.


La Alameda fue diseñada  con el mismo estilo que el Paseo Colón, del cercado de Lima.

Hacia la década de 1920, ya existían al menos media docena de residencias, la mayoría con amplios jardines alrededor.



Hasta mediados del siglo XX, fue un lugar con la más hermosa reunión de residencias, la mayoría de estilo francés. 

 

El nombre de la alameda fue asignado en homenaje al general argentino Roque Sáenz Peña, quien participó en la Guerra del Pacífico (1879).


Don Roque Sáenz Peña participó en la batalla de Tarapacá así como en la batalla de Arica estando al mando del batallón Iquique, después de ser herido cayó prisionero por el ejército chileno, siendo prisionero por seis meses.

En el año 1922, se colocó el obelisco a San Martín, en el centro de la Alameda y de la pista de la avenida San Martín


En la Alameda Saénz Peña, residían familias acaudaladas, que habían decidido instalar sus viviendas en el distrito de Barranco, por haberse convertido en el barrio de moda.


Hacia finales de la década de 1930, las dos primeras cuadras estaba totalmente edificadas, manteniéndose a la fecha la mayoría de estas, por ser considerado Patrimonio del distrito de Barranco.

Sin embargo, hasta casi mediados del siglo XX, todas esas residencias, se abastecían de agua, mediante un sistema de pozos de agua y molinos.


Los diseños arquitectónicos  de cada una de las residencias es totalmente distinta a la casa vecina.

   

Por ello al admirar las construcciones, pareciera que viajara a cada uno de los lugares donde esas edificaciones fueron originarias.

Encontrará estilo renacentista, republicano, morisco, victoriana, clásica, Art Nouveau, moderna de la escuela alemana de diseño, la Bauhaus,  y las últimas edificaciones son minimalistas.


Las áreas verdes tanto de las bermas laterales como central, siempre están muy bien cuidadas, con diversas flores, arbustos y árboles.

Yo acostumbraba pasear por la Alameda Roque Sáenz Peña, durante mi niñez y juventud, por ello uno de las estrofas de mi poema titulado "Barranco", evoca aquel hermoso lugar, en especial porque en la zona siempre había palomas picoteando la vereda.


Hacia la década de 1970, demolieron una hermosa residencia de dos niveles, para edificar un edificio de siete niveles que malogró toda la belleza arquitectónica de la Alameda.

En esa misma década, se empezó la construcción de un edificio de departamentos hacia el final de la alameda, entre la calle Tacna y el malecón Sousa, construcción que se mantuvo paralizada durante casi 30 años, hasta culminarla, sin ningún detalle similar a la belleza de todas las otras casas vecinas.


En la década de 2010, por alguna extraña razón se permitió la construcción de un edificio de ocho niveles, con varios sótanos, que también destruye la armonía arquitectónica de este hermoso lugar.

Esa construcción fue realizada en los jardines, en alguna época intangibles, de una residencia ubicada en la tercera cuadra de la Alameda, en esquina con la calle Tacna.

Otras dos extrañas edificaciones se han realizado en esta alameda, hermosas residencias fueron demolidas para construir horribles edificios, sin algún valor arquitectónico, además de ello, son departamentos que malogran la perspectiva de la Alameda.


Sin embargo, si se han mantenido y cuidado diversas estatuas, que permanecen por décadas en el mismo lugar, en especial, aquella en homenaje al dios Neptuno.

Así como varios adornos ubicados dentro de los jardines, como estas esculturas, refugio de las palomas.

 

Era también mi ruta para ir a la playa Barranquito, justo por el acantilado, ya que gracias al sendero aplanado por los bañistas, era muy sencillo descender por ese  cerro, prácticamente se hacía en 5 minutos,  y dependiendo del tránsito, se requerían dos minutos más para llegar a la arena.


En la Alameda existen negocios de galerías de arte, centros de enseñanza, teatros, universidades, embajadas, hoteles, venta de productos diversos, y otros locales comerciales, así como diversas viviendas.

Ninguno de esos negocios tiene habilitado áreas de estacionamiento, lo cual perjudica la viabilidad vehicular y peatonal de la zona.

El lugar debe haber sido demasiado hermoso, porque a pesar de todas estas transgresiones al valor patrimonial, el lugar continúa siendo muy bello.

Sean los meses de invierno, otoño, primavera o verano, siempre será un deleite caminar por la Alameda Sáenz Peña.


Reuní fotografías de terceros y mías, para recrear lo que fue y es la hermosa Alameda Saenz Peña.
Con el deseo de haberlas colocado en orden, las comparto.
Un abrazo Barranquino.





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sábado, 15 de marzo de 2014

Playas de Asia



Una mañana de verano estuve paseando en bicicleta por el malecón de las playas del balneario de Asia.



Fue interesante descubrir que muchas urbanizaciones, también les llaman clubes, se conectan entre sí, por una larga y muy bien conservada vereda por la que paseamos en bicicleta a las 6 am., como para no perder la costumbre.



La distancia entre dicha vereda y la playa es superior a los 50 metros, y por el estado de las olas, no parecían muy amigables para bañarse.



No divisé salvavidas ni algún tipo de resguardo en la zona, aunque posiblemente lleguen en algún momento del día.



La distribución de las viviendas es acogedora, casi todas las casas tienen jardines interiores, y la mayoría con una vista frontal o lateral al mar, siempre con muchas áreas verdes alrededor, muy bien decoradas, y sin ninguna reja, malla, cerca o baranda ni alguna otra medida de seguridad, al parecer la zona está muy vigilada y protegida.
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Aquellas viviendas y departamentos, edificadas hacia el al fondo se han construido sobre cimas o montículos, lo que les permite una mejor vista del mar, siempre adornadas con hermosas plantas.



Observé a algunos los residentes refrescándose en las piscinas que pertenecen a los clubes o la vivienda, no divise a nadie nadando en el mar. A toda hora y hasta casi la medianoche se veía a personas de todas las edades disfrutando del agua potable.



No recuerdo haber oído el canto de los pajaritos ni las cuculis,  a pesar de observar tantas áreas verdes, ni vi mariposas o algún otro tipo de ave.



Llegar hasta el balneario, desde la ciudad de Lima, representa alrededor de 80 minutos en transporte público, unos minutos menos en vehículo particular, y el doble del tiempo en bicicleta. En todos los casos es muy inseguro, porque nadie respeta las normas de tránsito, ni conservan la derecha, y menos respetan al ciclista.



Lo que llamó mi atención de la zona estaba cruzando la carretera, donde la avenida principal está sin pavimentar y en la mayoría de calles no existen veredas. Las viviendas son construcciones rústicas, sin tarrajear, y posiblemente sin servicios de agua ni desagüe.



Un notorio contraste con sus vecinos del frente. Como casi toda nuestra patria.



Durante todo el tiempo que estuve mirando el mar, nunca vi a alguien caminar sobre la arena, ni practicar ejercicios o simplemente disfrutar de la brisa del mar.



Todas las playas, lucían desiertas, aunque las huellas de pisadas y las sombrillas en la zona, me hacen pensar que en algún momento los veraneantes pasean por la orilla del mar.



El sendero para la bicicleta no es continuo, existen momentos en que es preciso girar hacia la izquierda para continuar, hasta que en un momento se trunca hacia el sur. Tampoco vi muchas personas caminando, corriendo o pedaleando.



Lo que me impresionó gratamente es la cantidad de áreas verdes, entre árboles, arbustos, flores y césped, lo cual denota un área muy bien cuidada.



Muchas de las casas tienen cercos vivos para identificar los límites de su predio, así como pequeñas cercas de madera, pero siempre con plantas y flores.



Culmino mi reseña fotográfica con una hermosa luna que alumbraba la noche de verano del año 2014.



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Piletas y Fuentes de Agua Barranco Miraflores Surco y San Isidro

Oasis de la Laguna de Huacachina en Ica

Playas de Asia

Playas en Hawai

Luces en el agua o Bioluminiscencia

Oasis de la Laguna de Huacachina en Ica

Bellas montañas en Huaraz




martes, 4 de marzo de 2014

Pasaje San Ramón en Miraflores



Hasta mediados de la década de 1980, las calles San Ramón y Figari en Miraflores, eran vías para la circulación de vehículos.



Ambas calles se originan en la Av. Oscar Benavides, la calle Figari culmina en la calle San Ramón, y ésta, en la calle Bellavista.



Ambas vías estaban disponibles para el libre tránsito desde finales del siglo XIX, frente a la Plaza San Miguel, es una de las primeras vías del distrito, localizado muy cerca al antiguo local de la Municipalidad de Miraflores, ubicado sobre la calle José Gálvez.



El interés por diversos empresarios por colocar locales de comida en la calle San Ramón, motivó a las autoridades miraflorinas que se convirtiera en un pasaje peatonal.



Con el transcurrir de los años, en toda la calle se instalaron restaurantes, con especialidad en las pizzas, por ello de manera coloquial se le conoce como la calle de las Pizzas.

Lugar donde siempre era posible mirar alguno de los gatos del parque Kennedy



Ese interés por asistir a las famosa calle de las Pizzas, motivó que muchos delos locales atendieran hasta la mañana del día siguiente, con el malestar de los vecinos residentes, en los departamentos ubicados en la parte superior de dichas calles.




Ello motivó que las autoridades miraflorinas, fijaran un horario de atención, nunca superior al de las 2 de la madrugada.



Mandato que pocas veces se cumple, porque la mayoría de negocios atiende a puerta cerrada, pasada esas horas, justificando que son reuniones privadas.



Ambos pasajes han sido adornados con enchapados de madera, de una manera uniforme para lograr llamar la atención a turistas nacionales y extranjeros.



Sin embargo no han permitido el desarrollo normal de los árboles que vivían ahí mucho antes que las calles se convirtieran en peatonales.



Es uno de los lugares más concurridos del distrito de Miraflores.


Calles San Ramón y Figari, antes de la remodelación del centro de Miraflores.


Diagrama donde se identifican las calles San Ramón y Figari, en el año 1944.



Fotografías del pasaje San Ramón del siglo XX.





Una actualización del Pasaje San Ramón al año 2019.



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