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domingo, 22 de noviembre de 2020

Pasajes Bresciani y Solari en Barranco


La zona antigua del distrito de Barranco estuvo centralizada cerca a la estación del ferrocarril, al altura de la actual Plaza Espinoza, y en los alrededores de la avenida Pedro de Osma.


Y es que quizá por la cercanía al distrito residencial de Chorrillos, es que existía el interés por residir muy cerca a ese grupo poblacional, aún tiempo antes a que por dicha avenida transitara el tranvía.


Hasta principios del siglo XX, la única forma de transporte era el ferrocarril, que transitaba por la actual avenida Bolognesi y luego continuaba hacia Chorrillos por la actual la avenida Militar, y a pesar de ello, no se conoce la construcción de viviendas familiares en esa zona límite del distrito de Barranco con el de Chorrillos, inclusive hasta hoy, toda la zona pertenece al Ejército Peruano, con viviendas y áreas destinadas únicamente para los militares, pero edificadas hacia mitad del siglo XX.


Quizá por estar cerca a la plaza principal del distrito, los senderos transversales de la avenida De Osma empezaron a tener interés para construir sus predios, en especial los senderos al local Municipal, y debido a que ya estaba lotizada la calle 28 de Julio, se habilitó un sendero en el acantilado para llegar al pasaje Bresciani.


La Municipalidad de Barranco trazó los linderos de los pasajes Bresciani y Pedro Solari hacia principios de la década de 1910, iniciando las construcciones hacia el año 1913.

Ambos senderos fueron ocupadas por vecinos de condición económica media, la mayoría ciudadanos dedicados al comercio, la agricultura en la zona de Surco y la pesca en las playas chorrillanas y barranquinas.


Las fuentes de información aseguran que esta zona carecía de agua potable, como casi todo el distrito hasta mediados del siglo XX, y las necesidades eran abastecidas con aguas de pozo o de los acantilados.

Un detalle que respalda la situación económica de los futuros habitantes de estas vías, es que los predios fueron construidos al borde de la vereda, sin dejar áreas para los jardines, tanto en la parte externa como en la interna, reflejo de la necesidad de vivienda.


Los materiales de construcción fueron la madera, el barro y la caña, todas de un sólo nivel, algunos de los cuales aún son visibles en el pasaje Solari.

Hacia mediados del siglo XX, la capacidad económica de algunos nuevos residentes motivo edificar residencias con otras características, con jardines externos e internos, de dos niveles, e inclusive con detalles en puertas, ventanas y techos, permaneciendo a la fecha algunos predios en el pasaje Bresciani.


La situación económica de los pobladores de los predios al otro lado de la avenida Pedro de Osma eran similares, predios de un nivel y siempre junto a las veredas.

Esa característica se mantuvo hasta finales del siglo XX. cuando algunos predios fueron demolidos para construir edificios multifamiliares en especial con vista a la avenida, pero también sin áreas verdes, pero sí zonas para el estacionamiento de sus vehículos.


A principios del siglo XXI, las constructoras tuvieron preferencia por edificar viviendas con vista al océano, "invadiendo" las zonas de los acantilados de uso público para dicho propósito.

Es posible que hayan adquirido dichos terrenos a la Municipalidad de Barranco, porque desde esos años es imposible caminar por los acantilados de piedras de canto rodado ubicado entre las calles 28 de Julio, Bresciani, Solari y Lavalle, como solíamos hacerlo durante el siglo XX.


Inclusive el sendero del acantilado era tan ancho que era posible hacerlo pedaleando la bicicleta.


Un detalle interesante en la construcción de los edificios multifamiliares de esas zona, es que los precios promedio de venta de las viviendas construidas sobre el acantilado son extremadamente onerosas considerando que el distrito de Barranco siempre ha sido un pueblo de ciudadanos de condiciones económicas medias y bajas.


Ese resurgimiento económico es favorable para la ciudad por la mayor recaudación en temas relacionados con el autovaluo y la edificación, ingresos que lamentablemente no se ven reflejados en la calidad de vida de sus ciudadanos.


Ambas vías considerados pasajes por no tener conexión vehicular entre sí, fueron planificadas para que tuvieran áreas verdes y jardines, lo que tampoco se observa en esas nuevas edificaciones.


Tanto los constructores de esas edificaciones valoradas en siete cifras, como sus actuales residentes, están viviendo de manera similar que los primeros residentes de la década de 1910, al borde de la vereda y del acantilado, sin dejar espacio para las áreas verdes ni para sembrar árboles.


Esa actitud compromete el normal desenvolvimiento de los acantilados barranquinos, los cuales ya sufrieron un deslizamiento de casi cinco metros durante el terremoto de 1940.


Y la actitud de los constructores y residentes, motiva que se encajonan el final de cada una de las calles, convirtiéndose en zonas de peligro.


Pero igual ambos pasajes forman parte de la historia de nuestro hermoso distrito de Barranco.


A pesar de los muros y rejas de los nuevos vecinos.



Felizmente aún podemos admirar las hermosas playas barranquinas



domingo, 15 de noviembre de 2020

El sonido del mar


Han sido meses de mucho silencio por la cuarentena, en las calles, parques y playas, siendo posible escuchar el canto de las aves durante varias horas del días y los sonidos del mar.


Ello me hizo pensar en los tiempos en que el silencio reinaba en el distrito de Barranco, sólo se escuchaba el canto de las aves y el sonido del mar.


Playa La Pampilla - Miraflores

Siendo niña, además de obedecer y respetar a mis padres, descubrí en el agua del mar algo inexplicable, algo que me atraía.

Podría ser el color azul de sus aguas, el efecto mientras me envolvía, la inmensidad de sus linderos, los diversos sonidos según el momento, todo ello provoca ser muy feliz sentarme sobre la arena o las piedras, muy cerca a la orilla, para sentir el frescor del agua.


Las primeras playas que conocí fueron: Barranco en la época que mantenía sus instalaciones de los Baños de Barranco, a la que llegaba gracias al antiguo funicular de la calle Domeyer


y a la lejana playa (para una niña de 6 años) conocida como La Herradura, en el distrito de Chorrillos, para lo cual era necesario ir en un vehículo automotor, y cambiarse en las incomodas carpas colocadas sobre la arena.


La bravura de la marea de la playa La Herradura motivó que no tuviera deseos de sentarme en la orilla, la fuerza de las aguas me movía, la velocidad con la que llegaba hasta mí: me asustaba, por ello le empecé a temer y decidí que no deseaba volver a aquel lugar, prefiriendo las calmadas aguas de la playa Barranco.


Hacia finales de la década de 1960 descubrí la playa Barranquito, durante mucho tiempo mi segundo hogar, todo se confabulaba para desear vivir ahí por siempre.


Hasta la zigzagueante y sinuosa ladera del tierra del malecón Sousa formaba parte de la aventura, llegar a la pista junto a una gruta de piedra, luego era necesario cruzar los diversos carriles para vehículos automotores - que durante el invierno casi no circulaban, para luego esquivar el inmenso pozo de agua proveniente de los manantiales, y caminar algunos metros de arena para llegar al agua, pero siempre junto al espigón, donde revientan las olas, 


versos incluidos en mi poema “Barranco”.


Asidua entre los meses de abril y diciembre, descubrí curiosos sonidos de la naturaleza e infinitos colores en el mar y en el cielo.


Existen voces que aseguran que el viento no suena, pero quizá es porque no han caminado durante un solitario día de invierno por el puente de los Suspiros de Barranco, la cantidad y variedad de melodías que se escuchan es impresionante, en cada uno de sus recodos se oye algo distinto.


Y son esos sonidos los que escuchamos frecuentemente como la clásica garúa, porque esas gotas de agua tienen un especial sonido cuando llegan a la vereda, a las rejas de fierro, a las plantas, a la copa de los árboles, a los muros colindantes, a los cercos de madera y cuando caen sobre nosotros, cada gota produce un efecto distinto, todos con armonía, pero la más imponente, hermosa y diversa es el sonido del agua en la playa, cuando rebota entre sí o en la orilla.


Rugidos, rumbas, acuosos, agudos, graves, silbidos, fragores, chapoteos, secos, bisbiseos, así como el ludir cuando llega a las piedras.


Sonidos modificados por la ubicación de la luna, el momento del día, las embarcaciones cercanas, la vida animal que la habita; los cuales provocan que cambien su velocidad, el timbre, el acento, el ritmo, volviéndose fuerte, tonarte, y furioso, o calmo, solemne y sereno.


Siempre he pensado que el agua tiene vida, decide su ruta, cantidad, color, con quien desea viajar, cuando quiere hacerlo, a que pretende mojar.


Llegar a la laguna, isla, estanque, pozo, río, canal cauce, acequia o al océano, para convertirse en una gigantesca ola, o en una sublime marea, y a veces en la intempestiva resaca.


El agua provoca que se mueva el Planeta Tierra, porque es lo que más existe entre sus linderos, por eso sabe que le pertenece, y la invade, la agita, la ocupa, se instala, la revuelve, la asea, como un acto de defensa.


Pero sobre todo porque es sabio, conoce a cada ser, lo escucha, a veces le canta, o lo ignora, pero en ocasiones lo protege, acompaña junto al viento y al tiempo.


Siempre que necesito un consejo, acudo a la inmensidad del mar, platicando desde cualquier malecón o en la orilla de alguna playa, siento que me escucha y en ocasiones me responde.




Fotografías Derechos Reservados

Es nuestro … el planeta Tierra
Reciclando en Barranco y Miraflores
Menos Áreas Verdes en Miraflores


Fuentes de oxígeno en la ciudad
Respirando veneno : el aire artificial
El sonido del mar
Ahorrando energía eléctrica
Ahorrando Agua en el Planeta Tierra


Envenenando al Planeta Tierra
¿Habitamos entre desperdicios?
Confinamiento por pandemia o por meteorito
Beneficios de ir a la playa
Sismo en las playas


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miércoles, 4 de noviembre de 2020

Unidad Vecinal Miraflores


En el distrito de Miraflores existen varias unidades vecinales, que vienen a ser diversos edificios de viviendas multifamiliares con distintos espacios para las áreas verdes.


Una ubicada sobre la avenida Aramburú y el Paseo de la República, a unos metros del distrito de San Isidro.
Otro construido hace pocos años sobre la calle Mendiburu.


El Edificio Marsano a pesar de no haber sido construido como vivienda multifamiliar se convirtió en uno de ellos con características de residencia distintas, por haber sido construida para que sea un hotel.

  

Pero uno de los más hermosos por su concepción y su mantenimiento es la Unidad Vecinal Miraflores.


La cual se ubica entre las cuadras 3 y 4 de la avenida Andrés Cáceres, y las calles Adolfo de la Jara Bermúdez (quien falleció en la Batalla de Miraflores, en Enero de 1881), Francisco Javier Fernández (también fallecido en la Batalla de Miraflores, y quien fuera empleado de la Cámara de Diputados) y la segunda cuadra de la calle Ortiz de Zevallos.


Fue construida a inicios de la década de 1950, en el límite con el nuevo distrito de Surquillo, el cual fue creado el 15 de julio del año 1949 con algunas áreas que pertenecían a la jurisdicción del distrito de Miraflores.


Un lado de la avenida Andrés Cáceres pertenece a la jurisdicción del distrito de Miraflores y la otra acera al distrito de Surquillo.


Las características de esa unidad vecinal es similar a las otras unidades vecinales edificadas en distintos distritos de la ciudad de Lima.


Es una edificación de tres niveles, sin ascensor pero con varias amplias zonas de áreas verdes.


Para acceder a los departamentos existe un sendero con baranda, todos con vista al exterior, ya sea a la avenida o a alguna de las calles.


Todos los departamentos tienen una ventana junto a la puerta de ingreso.


Y en las zonas laterales y centrales se encuentra las escaleras con un excelente sistema de ventilación e iluminación.


Desde hace varios años toda la zona fue cercada, pero una de las puertas, ubicada sobre la calle Ortiz siempre se encuentra abierta, para dar acceso a los vecinos porque en el lugar existen varios negocios.


El lugar tiene acceso para que los vehículos puedan tener un lugar donde estacionar.


Y en algunas zonas que dan hacia las distintas calles, existen puertas especialmente habilitadas para el tránsito vehicular.


Lo valioso del lugar es que toda la zona está con muchas plantas, arbustos, flores y diversos árboles que siempre están muy bien cuidados.


Y una variedad de macetas en la mayoría de pasadizos tanto dentro como fuera de la edificación.


Lo curioso con este lugar es que un área está cercada al parecer por los mismos residentes, 


y la zona es notoria porque las áreas verdes de esa zona se encuentran en mejor estado de conservación que el resto del complejo.


Tal como se aprecia en la fotografía, la diferencia en el estado de conservación es notoria, aunque posiblemente se deba a algún problema circunstancial.


Existen detalles interesantes en este grupo de viviendas, la mayoría de las puertas, ventanas y barandas son de fierro, sin embargo existen algunas puertas de madera muy trabajadas.


Después de casi 70 años, la Unidad Vecinal Miraflores continúa siendo un excelente lugar para vivir, sobre todo por sus residentes, a simple vista se observa que mantienen el orden y la limpieza que toda ciudad merece.


Es un ejemplo de cómo se pueden construir viviendas multifamiliares considerando espacios para las áreas verdes, y sobre todo que estas se han mantenido en el tiempo.



Plano de la Unidad Vecinal Miraflores
Fuente:
https://habitar-arq.blogspot.com/2008/09/unidad-vecinal-miraflores-1950.html




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