Uno de los más importante y extensos malecones miraflorinos es el de la Reserva, el cual tuvo durante muchas décadas pintorescas residencias con singulares adornos en las puertas, ventanas y balcones.
Se inicia al finalizar el malecón 28 de Julio y culmina justo en el límite con el malecón Armendáriz.
La geografía de este malecón es uno de los más ondulantes del distrito de Miraflores.
Fue uno de los primeros malecones urbanizados en el balneario, construyéndose hacia principios del siglo XX hermosas residencias en las dos primeras cuadras.
A mediados de la década de 1960 al construirse el Puente Villena, esta nueva vía también conecta con el Malecón de la Reserva.
El nuevo malecón intercepta por el lado izquierdo con la calle Porta.
Continuando hacia el sur, aparentemente se encontraba la calle Ocharán, antiguos datos indican que existía un sendero de áreas verdes entre esa calle y el malecón, junto a una hermosa residencia edificada hacia la década de 1930.
El "boom" inmobiliario se inició en el distrito de Miraflores a principios de la década de 1970 construyendo uno de los primeros edificios de más de 15 pisos sobre este malecón, justo al frente del parque Letonia.
Junto a dicho edificio se mantuvo la Quinta Romero, un conjunto de viviendas multifamiliar similar a un pasaje sin salida.
Justo frente a dicha quinta existió indistintamente un par de senderos vehiculares, hasta que hacia finales del siglo XX se decidió habilitar el parque Letonia en la zona del acantilado.
En la tercera cuadra hacia el lado izquierdo se encuentra la calle Comandante O'Donovan, continuando el sendero en la zona del acantilado.
Seguido por la calle Colón hacia el lado izquierdo, y nuevamente con la calle O'Donovan.
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| El atardecer reflejando en la puerta de este edificio del malecón De la Reserva |
El malecón continúa teniendo al lado derecho de las cuadras quinta y sexta al Parque Salazar, junto al acantilado, interceptada con la avenida Larco por el lado izquierdo.
En la esquina con la avenida Larco aun permanece un antiguo predio de dos niveles, el cual no tiene cercos ni muros que impidan admirar sus hermosos jardines.
El malecón de la Reserva continúa girando hacia el lado derecho justo a la altura de la calle las Dalias bordeando el malecón y una amplia zona del acantilado.
Gira totalmente en “u” para coincidir con la última cuadra de la calle Alcanfores.
A la altura de esta calle empieza el Parque Domodossola, que abarca las intersecciones de la avenida Vasco Núñez de Balboa y la calle San Ignacio de Loyola.
En este punto en el sendero recto continúa la calle Los Carolinos.
Este malecón vuelve a girar hacia la derecha, manteniendo su cercanía con el acantilado, siendo esa zona, según antiguas fotografías, uno de los senderos miraflorinos hacia el mar.
Continúa el camino hacia el sur interceptando con la calle Las Acacias por el lado izquierdo, para continuar hasta el extremo más cercano al océano y girar nuevamente en “u” para limitar con el Malecón Armendáriz.
Otro de las residencias que permanecen en este malecón es la hermosa casa que pertenece al Colegio Médico Peruano.
Mansión con importantes áreas verdes tanto en el exterior como en el interior, con una arquitectura que ha sido conservada en el tiempo.
Es uno de los más antiguos predios construidos en esta nueva zona del malecón.
Al igual que las instalaciones de la Iglesia Virgen de Fátima, ubicado al frente del parque Domodossola, y muy cerca del estanque de las Tortugas.
La mayoría de esas casas construidas durante el siglo XX mantuvieron los espacios para las áreas verdes, árboles, arbustos y jardines eran visibles en la zona del retiro, y según antiguas fotografías, también formaban parte de los jardines interiores.
La zona cercana al malecón Armendariz fue urbanizada hacia mediados del siglo XX, con residencias de uno y dos niveles, algunas de las cuales llegaron hasta principios del siglo XXI.
A principios del siglo XXI empezaron a demolerse esas casas contemporáneas para construir edificios de hasta 17 niveles, ninguno de los cuales tiene valor patrimonial ni arquitectónico.
Y por la altura de estos nuevos edificios, muchas veces se ocultan los rayos solares hacia la pista y veredas de este romántico malecón.
Pero este malecón no siempre tuvo esas características, porque a la altura de la quinta y novena cuadra existieron dos importantes grietas con la forma de profundas herraduras, sinónimas que tal vez fueron las rutas de algún río miraflorino.
Ambas quebradas fueron rellenadas para mantener la armonía en esas áreas del malecón que fueron convertidos en parques.
Uno de ellos es el Parque Salazar y el otro el parque Domodossola.
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