Uno de los más hermosos malecones miraflorinos fue el de la Reserva.
Empezaba en un sendero del acantilado a pocos metros de la recién inaugurada pista de las últimas cuadras del malecón 28 de Julio.
Tenía un sendero vehicular que culminaba a la altura del actual parque Letonia.
Es uno de los primeros malecones urbanizados en el balneario, construyéndose singulares residencias de dos niveles y techos a dos aguas hacia la década de 1920.
En el año 1967 se inauguró el Puente Villena, vía que conecta al Malecón Cisneros y el Malecón Balta con el Malecón de la Reserva.
En la zona más cercana al mar de la Quebrada de Armendariz culmina este malecón, limitando con el malecón Armendáriz.
Tiene como senderos perpendiculares a la calle Porta, el pasaje de la Quinta Romero, la cual es un conjunto de viviendas multifamiliar similar a una quinta.
La quinta Romero se ubica a pocos metros de este predio, siendo una de las pocas construcciones que se mantienen a la fecha.
Continúa la calle Comandante O'Donovan por dos extremos, en medio la calle Colón, la avenida Larco.
Seguida por las calles Las Dalias y Alcanfores, la avenida Vasco Núñez de Balboa, la calle San Ignacio de Loyola, continuando un sendero recto hacia la calle Los Carolinos hasta el malecón Armendariz.
La calle Las Acacias se encuentra girando el sendero del malecón, para culminar en el límite con el malecón Armendáriz.
Hacia mediados de la década de 1940 casi no existían predios sobre las cuadras de este malecón desde las cuadras 5 a la 11.
A esa década varias de las residencias construidas ocupaban toda la extensión de la calle, por los cuatro lados.
A principios de la década de 1950 se inició el desarrollo arquitectónico de las dos últimas cuadras del malecón, manteniendo los predios sus áreas verdes tanto en la zona externa como en el interior.
En una antigua vista panorámica de la década de 1930 se observa un sendero oscuro a la altura del actual parque Salazar, quizá la ruta de alguno de los ríos que desembocaban en el acantilado de las playas miraflorinas.
Toda la zona del malecón carecía de áreas verdes, ni sobre la vereda del acantilado ni sobre la de los predios.
Durante décadas esos acantilados fueron áreas áridas, aunque sí tenían unos pintorescos faroles colocados sobre el muro protector construido de ladrillos.
En una antigua fotografía se observa, metros por debajo del malecón a la altura del actual parque Letonia, un pequeño balcón como una especie de mirador hacia el mar.
De los predios construidos a principios del siglo XX, sólo queda uno en la primera cuadra, hermosa casa que perteneció a uno de los alcaldes del balneario.
Otro predio que se mantiene es el edificado en la esquina con la avenida Larco, frente al parque Salazar, aunque por sus características posiblemente haya sido construido en la década de 1940.
Al igual que el local del actual colegio Médico, ubicado justo al frente del parque Domodossola.
O las antiguas residencias, hoy demolidas cercanas a la calle San Ignacio de Loyola.
Cada uno de los predios de ese malecón tienen muchas historias que relatar.
Así como los árboles y las plantas.
Así como los árboles y las plantas.
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