Cuando me mudé a la cuadra 10 de la calle Berlin en Miraflores, tenía la posibilidad de admirar todo el inmenso mar y el firmamento.
A principios de la década de 1980, no existía ningún edificio en los malecones miraflorinos, y desde mi hogar, de tres niveles, era posible mirar al mismo y tiempo el Morro Solar y la Isla San Lorenzo.
Admirar los atardeceres permite integrar la mente con los colores de la naturaleza.
Y es que en esos momentos el cielo tiende a formar infinitas formas y colores.
Asociado con los mantos de nubes que forman parte de nuestro cielo limeño, pocas veces despejado.
Esa es la razón por la que cuando estoy en casa, estoy atenta minutos antes del atardecer, para admirar los colores del cielo.
Lo curioso es que durante varios días y en dos tiempos en el año, es posible admirar el sol del ocaso justo hacia el final de la calle Berlín.
Lo que es un poco difícil es apreciar los colores del cielo durante los meses de junio a octubre, por ellos los meses de noviembre y mayo siempre estoy atenta al ocaso.
Algunos rayos que emergen del sol, parecieran haber sido trazados con una regla por estar en un perfecto diagonal.
Aunque existen momentos en que son las nubes las protagonistas del atardecer.
Coloreando el cielo con tonos que varían del amarillo, naranja e infinitos tonos del rosado y del rojo.
Hasta matizarlo con los naturales tonos celestes y azules del cielo, pintan cuadros imposibles de iluminar.
Algunos colores se confunden con las nubes del cielo.
Que a veces nos sorprenden por la diversidad y hermosas figuras que se forman en el firmamento.
Sin embargo como todo cambia, a finales del siglo XX empezó a modificarse mi panorama, porque inmensos edificios de 22 pisos empezaron a crecer en los malecones miraflorinos.
Por ello los ocasos empezaron a verse obstruidos por las altas paredes de cemento miraflorinos.
Sin embargo fiel a mirar el ocaso, muchas veces tenía que buscar la mejor visión para admirarlos, entre edificaciones que rompen la armonía del paisaje.
Es constante desde hace décadas escuchar el sonido de un avión que viaja de norte a sur todas las tardes alrededor de las 6:30.
Suerte la de los tripulantes del vuelo que pueden admirar más de cerca esos bellos colores con los que se pinta el cielo.
Observando tonos amarillos y verdes entre el aún celeste cielo.
En otras oportunidades el firmamento torna de un color lila, color que resalta entre la hora azul del atardecer.
Y así continuo atenta, alrededor de las 6:30 pm. durante los meses del estío, y cercana a las 6 pm en los otoños y primavera para mirar las puestas del Sol.
Mientras tanto continúo deleitándome del atardecer en cualquiera de las ventanas de mi hogar.
Poder admirar continuamente los procesos del alba y del ocaso es posible cuando somos jóvenes y/o ancianos, porque la mayor parte de nuestra la vida estamos demasiado ocupados para destinar el tiempo para apreciar esta maravilla de la naturaleza, aunque a veces elevamos la mirada al cielo y nos sorprendemos con un firmamento multicolor.
ResponderEliminarCuando me mudé al distrito de Miraflores en la década de 1980 podía mirar desde la ventana de mi habitación los hermosos atardeceres de colores, tanto cuando el Sol se acerca al Morro Solar como cuando se esconde detrás de la Isla San Lorenzo.
Los últimos años, los atardeceres desde mi ventana se confunden con los inmensos muros de cemento que han invadido los acantilados miraflorinos, los cuales forman parte del paisaje, pero aún lucen hermosos.