Escribir sobre las playas miraflorinas es evocar los momentos desde antes del siglo XV, cuando los antiguos nativos miraflorinos utilizaban las antiguas rutas del río para llegar a las orillas y proveerse de los productos del mar.
Gracias a esos ciudadanos se formaron múltiples senderos seguros en los acantilados para acceder a las orillas del mar.
Acudir a las orillas del mar es una costumbre de la mayoría de seres del planeta Tierra, y en especial de la zona costera de Lima, ya que además de los distritos de Miraflores, Barranco y Chorrillos, los ciudadanos ubicados en los actuales distritos de San Miguel, Magdalena, San Isidro e inclusive el Callao también lo hacían y con los mismos fines.
La historia relata que las playas del Distrito de Chorrillos fueron las más frecuentadas desde el siglo XIX, la que incluyó la escondida playa de la Herradura.
En el caso de Barranco, la afluencia del público que iba a la playa con fines recreativos, se inició a finales del siglo XIX, gracias a la instalación del funicular, siendo constante durante todo el siglo XX, hasta que empezaron a destruirse las playas.
En Miraflores la situación fue similar, hasta finales del siglo XIX eran frecuentes las visitas a las playas miraflorinas por distintos senderos, por los parques Domodossola y Salazar, la Quebrada Balta, y las pendientes de los actuales parques Rabin y Reiche.
Así como en los distritos de Barranco y Chorrillos existieron grupos de personas que se agruparon con el deseo de acondicionar instalaciones para disfrutar de la playa con la familia, lo residentes de Miraflores también lograron su local conocido como los Baños de Miraflores.
Antiguas fotografías de principios del siglo XX demuestran que hacia el final de la quebrada Balta se había habilitado un sendero para dirigirse a la orilla de las playas miraflorinas.
El camino estaba adornado con distintos arbustos de plantas silvestres, entre los que eran visible pequeños tomates así como aguaymanto y algunos berros.
Casi toda la zona junto al cerro había sido apuntalada con canto rodado obtenido del mismo lugar.
A unos metros de la orilla, se construyó un largo módulo de madera, con pilotes que lo separaban de las piedras ubicadas al nivel del mar.
Dicho módulo tenía compartimientos para cambiarse, porque era común que las personas asistieran a las playas con la vestimenta usual, y después colocarse los trajes de baño.
A ambos lados del módulo de madera se colocaron un par de escaleras, siempre con una baranda de seguridad.
Las fotografías muestran que hacia la década de 1930 el sendero construido para llegar al módulo, fue techado con distintos materiales, habilitando nuevas habitaciones, algunas con casilleros con la posibilidad de colocar un candado, debido a la mayor demanda.
Otras fotografías, muestran varios senderos anchos y escaleras que de manera interrumpida giraban hacia la izquierda o derecha, siempre sostenidos con canto rodado para evitar las desmoronamientos.
Otra vista muestra un curioso arco, como si fuera una zona de ingreso, construido con piedras con destino a los Baños de Miraflores.
A principios de la década de 1940, se modificaron las instalaciones de los Baños de Miraflores, con instalaciones más seguras para que las personas pudieran cambiarse y hasta inclusive dejar sus prendas mientras disfrutaban del mar.
El mayor interés por las playas miraflorinas motivó que se ampliara el sendero de muros de contención, empleando siempre el canto rodado.
Eran tiempos en que los veraneantes decidieron llegar a la orilla en sus propios vehículos, en vez de caminar, para ello fue necesario habilitar un área de estacionamiento para los vehículos que descendían desde la antigua calle Lima, hacia la Quebrada Balta.
Algunas de esas paredes de retención hechas en canto rodado aún permanecen en la zona.
Durante casi todo el tiempo de la afluencia del público, la zona de playa era mínima, la cual dependia de la marea, por ello fue necesario instalar algunas sogas para proteger a los bañistas.
Al igual que en las playas de Chorrillos y Barranco, también se construyeron espigones, para favorecer a los bañistas.
Un hecho común hasta la década de 1970, era encontrar en toda la zona cercana al mar además de dentro del agua: algas de distintas especies y tamaños debido a que la zona continuaba siendo un área fértil en productos marinos.
Una constante en las playas Miraflores es que en las orillas casi siempre han habido piedras, de distintos tamaños y colores, por lo cual es imprescindible emplear zapatillas al momento de ingresar al mar, lo cual se ha mantenido hasta la fecha.
Y como todas las playas de Lima, es fácil llegar a ellas, por eso siempre son bienvenidos.
Fotografías Derechos Reservados
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