Una mañana de verano estuve paseando en bicicleta por el malecón de las playas del balneario de Asia.
Fue interesante descubrir que muchas urbanizaciones, también les llaman clubes, se conectan entre sí, por una larga y muy bien conservada vereda por la que paseamos en bicicleta a las 6 am., como para no perder la costumbre.
La distancia entre dicha vereda y la playa es superior a los 50 metros, y por el estado de las olas, no parecían muy amigables para bañarse.
No divisé salvavidas ni algún tipo de resguardo en la zona, aunque posiblemente lleguen en algún momento del día.
La distribución de las viviendas es acogedora, casi todas las casas tienen jardines interiores, y la mayoría con una vista frontal o lateral al mar, siempre con muchas áreas verdes alrededor, muy bien decoradas, y sin ninguna reja, malla, cerca o baranda ni alguna otra medida de seguridad, al parecer la zona está muy vigilada y protegida.
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Aquellas viviendas y departamentos, edificadas hacia el al fondo se han construido sobre cimas o montículos, lo que les permite una mejor vista del mar, siempre adornadas con hermosas plantas.
Observé a algunos los residentes refrescándose en las piscinas que pertenecen a los clubes o la vivienda, no divise a nadie nadando en el mar. A toda hora y hasta casi la medianoche se veía a personas de todas las edades disfrutando del agua potable.
No recuerdo haber oído el canto de los pajaritos ni las cuculis, a pesar de observar tantas áreas verdes, ni vi mariposas o algún otro tipo de ave.
Llegar hasta el balneario, desde la ciudad de Lima, representa alrededor de 80 minutos en transporte público, unos minutos menos en vehículo particular, y el doble del tiempo en bicicleta. En todos los casos es muy inseguro, porque nadie respeta las normas de tránsito, ni conservan la derecha, y menos respetan al ciclista.
Lo que llamó mi atención de la zona estaba cruzando la carretera, donde la avenida principal está sin pavimentar y en la mayoría de calles no existen veredas. Las viviendas son construcciones rústicas, sin tarrajear, y posiblemente sin servicios de agua ni desagüe.
Un notorio contraste con sus vecinos del frente. Como casi toda nuestra patria.
Durante todo el tiempo que estuve mirando el mar, nunca vi a alguien caminar sobre la arena, ni practicar ejercicios o simplemente disfrutar de la brisa del mar.
Todas las playas, lucían desiertas, aunque las huellas de pisadas y las sombrillas en la zona, me hacen pensar que en algún momento los veraneantes pasean por la orilla del mar.
El sendero para la bicicleta no es continuo, existen momentos en que es preciso girar hacia la izquierda para continuar, hasta que en un momento se trunca hacia el sur. Tampoco vi muchas personas caminando, corriendo o pedaleando.
Lo que me impresionó gratamente es la cantidad de áreas verdes, entre árboles, arbustos, flores y césped, lo cual denota un área muy bien cuidada.
Muchas de las casas tienen cercos vivos para identificar los límites de su predio, así como pequeñas cercas de madera, pero siempre con plantas y flores.
Culmino mi reseña fotográfica con una hermosa luna que alumbraba la noche de verano del año 2014.
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