Los duendes son unos extraños seres que forman parte de la historia de la humanidad.
Se ha escrito y leído sobre la presencia de los duendes de manera constante.
Desde aquellas juguetonas y traviesas criaturas que alegran nuestra niñez, hasta aquellos seres repugnantes que nos asuntan en cualquier momento.
Siempre considerados de estatura baja, no más de 90 centímetros, la mayoría de medio metro, con vestimenta estrafalaria, llena de colores y bolsillos, algunos solos, otros en pareja o grupo, la visión de estos seres ha sido constante.
Visibles por segundos, a veces sólo se les siente, son observados justo instantes antes de realizar alguna travesura o cochinada, o simplemente se descubre el resultado de sus acciones.
Muchos aparecen mientras dormimos, otros a plena luz del día, pero la constancia es verlos en los intervalos del día a la noche y viceversa.
Duendes en Barranco
Es imposible que quienes vivimos en Barranco no hayamos escuchado algo en primera persona o de alguno de nuestros familiares sobre eventos difíciles de aceptar.
Los relatos que he escuchado sobre los duendes son variados. Nunca escuché que se llevaran a alguien, pero si que fastidiaran bastante.
La ignorancia es desconocer algo, pero cuando son muchas las personas que nos relatan sobre extraños seres que se aparecen en cualquier parte de la casa, es posible que no sea histeria colectiva, sino que tengan algo de verdad.
Casi nunca he escuchado que alguien les tema a esas apariciones, por ejemplo, mi madre le incomoda los ruidos desconocidos desde lugares donde no se ve a nadie, pero los prefiere a los seres humanos que intentan ingresar a su domicilio.
Los barranquinos aún recordamos la mansión ubicada en la avenida Grau, aquella que tenía las esculturas de un par de esculturas de duendes como adorno, residencia que fue derrumbada en los años 1970.
Pero si desean ver duendes, múdense por unos meses al distrito de Barranco, si desean vivir ese tipo de experiencia, además de disfrutar de este mágico balneario, los descubrirán.
Las hojas que pasan solas
En una antigua casa, edificada con caña y barro a principios del siglo XX, ubicada en el malecón Junín, se escucharon extraños ruidos en cualquier momento.
La persona que me realizó este relato, era asiduo visitante a dicha familia, ingresaba a la casa y se quedaba esperando en una pequeña sala, la cual tenía al costado una habitación muy grande, que era la biblioteca.
Él estaba sentado, esperando, cuando escuchó el sonido como cuando se coloca un libro sobre el escritorio, primera habitación de la casa, siempre visible al momento de ingresar, por ello se percató que estaba vació, por ello pensó que probablemente había sido algún ratón quien movió un libro, pero al poco rato empezó a escuchar como si estuvieran ojeando algo, escuchaba nítidamente el pasar de las páginas, en ese momento pensó “eso no hace un ratón”.
Por ello decidió levantarse para mirar, y comprobó que no había nadie en esa habitación, ni siquiera un libro sobre el escritorio, todos estaban bien ordenados en sus estantes, pero notó que una extraña sombra pequeña parecía deslizarse entre los muebles de aquel cuarto.
Al preguntar a uno de los residentes, le comentaron que usualmente se veía a algo parecido a una bolsa de colores estridentes en la biblioteca, pero como no se le veía por los dormitorios, no le habían tomado importancia. No tuvieron alguna respuesta con relación al sonido de las hojas que pasan solas.
El libro desaparecido
Otro evento similar sucedió en otra biblioteca, en la misma calle, unas casas más hacia el Puente de los Suspiros.
El relator, me comentó que debió acudir a una antigua casa sobre la calle Junín, porque el dueño necesitaba sacar copias fotográficas de algunas vistas de un delicado libro a todo color, que le habían prestado.
El interesado, le apuntó sobre una hoja de papel el número de las páginas que requería sean fotografiadas, para evitar dañar el libro.
Una vez que las habían identificado, el dueño colocó el libro sobre el escritorio, e invitó a beber una gaseosa al fotógrafo, y ambos salieron de la biblioteca hacia el comedor. Después de un rato, al regresar a la biblioteca, descubrieron que el libro no estaba sobre el escritorio, estando de acuerdo ambos que lo habían dejado ahí.
El dueño de casa revisó en los estantes, pero era poco probable que el libro estuviera ubicado en aquellos, debido a que era un libro prestado, y nunca tuvo algún lugar en estante. Llamó a su esposa y a sus hijos, para preguntar si alguien había ingresado a la habitación, y se había llevado el libro, pero todos los miembros de su familia aseguraron que ni habían visto el libro ni tampoco ingresado a la biblioteca; con todas las respuestas negativas, ambos se quedaron mirando, con muchas interrogantes sin responder.
Pero el relator me confesó, que en el momento que salían de la biblioteca hacia la sala, recordó que había dejado el papel con los apuntes sobre el escritorio, y al regresar observó una diminuta sombra a través de la luna de la calle, no prestando atención, porque pensaba que era la de algún farol, cogió el papel y salió hacia el comedor.
Cuando regresó, y observó la preocupación por haberse desaparecido el libro, miró hacia la ventana y vio que estaba cerrada, con unas puertas blancas de madera, ósea que era imposible que pudiera pasar alguna luz, que provocara alguna sombra, pero prefirió mantenerse callado.
Después de unas semanas, el relator llamó por teléfono para preguntar sobre el libro, pero la respuesta, fue que nunca apareció.
6813
7289